domingo, 20 de junio de 2021

¡Uta, qué calor!

 “El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza” (Leonardo da Vinci).

 

Estamos en una región desértica, con carencia de agua gracias a una muy mala y selectiva distribución del líquido, con ciudades que pugnan por crecer a lo tontejo donde los servicios van con dedicatoria amorosa para fraccionadores y promotores de locales de lujo porque, ¿cómo se espera que haya ventas de casas y locales sin la garantía del servicio?

De repente vemos bonitas fotos de proyectos donde está presente el agua, contenida en una superficie grande, ancha y fotogénica. ¿Un lago artificial en Hermosillo, donde cada año hay quejas de baja presión, ausencia temporal o, de plano, carencia del líquido?

¿Acaso no está en la orden del día la suspensión del servicio en algún número de colonias por reparaciones de emergencia, por fugas y mega fugas que chorro a chorro desaguan los conductos gordos o medianos que surten las tomas domiciliarias?

Sabemos de la existencia de socavones que chupan la superficie pavimentada, los vehículos, la gente, en un abrir y cerrar de ojos; vemos la calle plagada de baches, grandes, medianos y chicos, que hacen talco la suspensión y las llantas de cualquier transporte, y vemos cómo se vende la ciudad con novedosos proyectos de crecimiento vertical, de macro plazas comerciales, de fraccionamientos exclusivos, de ensueño, que ponen en el mapa de la modernidad a la capital de Sonora, pero… ¿y el agua?

Algunos pensarán que para qué nos preocupamos teniendo tantas empresas que surten agua embotellada, en garrafones y a domicilio. Estaría bien ver el momento en que estos optimistas abran la llave para bañarse, lavarse las manos, evacuar el inodoro, regar una planta… ¿Correrán por su agua embotellada?

Si las presas están a un 25 o 30 por ciento de su capacidad y se hace el esfuerzo de bombardear con productos químicos las nubes para provocar lluvias cuando la temperatura supera los 40 grados, ¿se seguirá sosteniendo el modelo de negocios y la oferta de fraccionamientos y locales de lujo?

En caso de que así sea, ¿de dónde sale el agua que ofrecen como servicio indispensable en el moderno y futurista proyecto que venden?

¿Se planteará con toda la objetividad posible que el agua es un recurso público esencial y no una mercancía más sujeta a las leyes del mercado? ¿Se revisará la legislación correspondiente al agua para darle un uso adecuado a las necesidades sociales, teniendo como prioridad el preservar la vida y la salud? ¿Se replanteará el modelo económico basado en el desperdicio de recursos?

A estas alturas es ofensivo en grado máximo que unos engorden sus cuentas bancarias a costa del sufrimiento, las carencias y la salud de comunidades enteras.

Acaba de comunicarse que se aplicarán multas a quienes desperdicien el agua, y aquí cuelan los despistados que creen que lo que pone en las películas y series gringas es parte de nuestra realidad: un tipo abre la llave del agua mientras se mira al espejo, se rasca, se acomoda el pelo y, tras un buen rato, se moja los dedos y se los aplica en los ojos, mientras el agua corre, corre, corre… y corre, hasta que finalmente cierra la llave y se va.

Los que lavan el carro a manguerazos, mientras parlan y beben una frígida cerveza, los que cuando se bañan abren el chorro, lo dejan correr un buen rato mientras se desvisten, se rascan, meditan y se animan a entrar en la ducha; los que abren la llave y dejan correr el agua mientras le pasan algo de jabón al plato que van a lavar, sin  cerrar el flujo hasta que creen terminada su labor de limpieza; los que dejan que corra el agua mientras abren el tubo de la pasta dental, la aplican en el cepillo y luego proceden al cepillado dental, mientras el agua se escapa a las profundidades de una cañería que marca la ruta de una ciudad habitada por enanos ambientales.

Algunos ciudadanos y varias organizaciones han emprendido la heroica tarea de rescatar las áreas verdes de Hermosillo, como el Parque Madero, La Sauceda y el humedal de El Cárcamo, así como “adoptar” camellones, espacios baldíos, plazas tanto en el centro como las colonias periféricas, sin más recurso que su voluntad y conciencia ambiental.

Todos recordamos el atropello increíble que se cometió contra la ciudad cuando se destruyó el vivero y parque de Villa de Seris, a cambio de un mamotreto encementado que genera calor, además de ingresos privados. Muchos lamentamos tan exhibición de autoritarismo y estupidez, pero el dinero le ganó a la preservación del ambiente, empezando con la capacidad de recarga de agua que tenía ese terreno.

En este contexto, si alguien se deshidrata, sufre por las altas temperaturas en medio del paisaje inhóspito de una ciudad encementada o con escasa vegetación siempre por debajo de las normas urbanas internacionales referidas al ambiente, de nada valdrá la expresión coloquial de “uta que calor” para expresar la agonía que sufren muchos habitantes de la ciudad sedienta en que vivimos.

Cuidemos el agua y las condiciones que la hacen posible, como por ejemplo, las áreas verdes, el uso racional del líquido, la conciencia de que todos dependemos de todos para la sobrevivencia social en el medio en que nos ha tocado vivir.


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