“Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre” (Mafalda).
Hoy
decidí salir a ver cómo iba el mundo; bueno, la parte de mundo que se ve cuando
alguien sale de su casa con cubrebocas puesto por instrucciones de la autoridad
de quien se esperan sanciones o, al menos, malos modos.
Las calles aledañas al Mercado Municipal No.1 no tan llenas como se pudiera suponer pero lo suficiente como para apreciar cuán benéfica es la epidemia para la civilidad y el orden ciudadano:
Una
familia de gringos caminando como si la calle fuera suya o no hubiera nadie más
en el planeta, y más delante un imbécil desparramando humo de cigarro
atrincherado en su nube, quizá sintiendo la satisfacción de ser un elemento que
no pasa inadvertido gracias a su poder contaminante.
Peatones
en modo turulato con el cubrebocas como gargantilla dando pistas sobre la
importancia de guardar el sudor del cuello aunque sea dejando fuera la nariz e
incluso la boca.
Cubrebocas
colgando de una oreja, quizá para tener a mano el trapito de marras en
prevención de que llegue alguien a hacer algún reclamo, o que haya que ingresar
al OXXO, o a cualquier negocio donde se pone como requisito el portar esa
prenda.
Sin
embargo, algunos negocios a pesar de tener a la vista los requisitos sanitarios
para la prestación del servicio, hacían como que les valía gorro; por ejemplo,
una peluquería donde el propietario ya entrado en años esperaba clientes con el
rostro descubierto, dando la cara al coronavirus con un valor digno de nota
necrológica.
En
el contexto de las precauciones, nos enteramos de que algunas cadenas comerciales
transnacionales, se han constituido en autoridad sanitaria capaz de prohibir la
entrada a sus instalaciones a “mujeres embarazadas y adultos mayores”.
Lo anterior nos hace reflexionar acerca de las normas impulsadas por los comentócratas y los profesionales de la ocurrencia, por ejemplo Lilly Téllez frente al epidemiólogo Hugo López-Gatell, y se nos ocurre pensar que, si la señora Téllez puede increpar a un médico altamente especializado, también Walmart o alguna otra empresa puede poner reglas y prohibiciones al margen de la autoridad sanitaria nacional.
¿Qué
puede importar que el artículo 1º de la Constitución federal prohíba expresamente
la discriminación por razones de edad, entre otras, si una transnacional se
pone en plan de autoridad sanitaria?
En
esta ciudad capital tenemos la experiencia de sufrir las ocurrencias de la
autoridad local, en forma de prohibiciones, limitaciones y normas que rebasan
por mucho las señaladas por la Secretaría de Salud, y que luego se cambian,
flexibilizan o simplemente se dejan discretamente al olvido, en lo que parece
una especie de plaga de epidemiólogos improvisados y de exhibicionistas
políticos de ocasión.
Aquí
se han violado derechos ciudadanos con el ridículo pretexto de proteger la
salud, logrando que, curiosamente, muchas víctimas del terror inducido crean
que así debe ser porque ya se sienten como el personaje central del velorio.
Sin
embrago, cabe recordar que en ningún momento la autoridad sanitaria federal ha
dispuesto medidas de carácter coactivo u obligatorio a los ciudadanos. El
terrorismo ha corrido por cuenta de la prensa chayotera y de algunos gobiernos
locales.
Sabemos
que muchas decisiones empresariales no pasan por el filtro de la autoridad
“competente” porque ésta se encuentra atrapada en la burbuja de sus oficinas,
coro de subalternos, tropa de cazadores de notas y fotos con posibilidades de
ser palancas electorales, porque son tiempos de amnesias inducidas y logros
maquillados.
Como nota aparte, no deja de sorprender que, por ejemplo, la alcaldesa o la gobernadora vayan a tal o cual parte a “supervisar” alguna obra de rehabilitación urbana o programa en marcha, y me surge la pregunta siguiente: ¿tendrán capacidad técnica para supervisar tanto obras de ingeniería como dispositivos de salud, o sólo será una forma amable de decir que fueron a un lugar donde alguien estaba haciendo algo y fueron a posar porque habría fotógrafos de por medio? ¿Saldrá bien colocado el cubrebocas?
En
una escala estratégica, paré en ISSSTESON e hice un trámite con respuesta
inmediata, gracias a una amable y eficiente empleada, quedando claro que los
trabajadores son los que mueven al sector público, mientras que los jefes y
otros seres jerárquicamente superiores hacen lo contrario y dan explicaciones
ridículas acerca del porqué de la carencia de medicamentos, materiales de
curación, equipo, o personal de salud especializado en sus unidades de
atención.
Me
quedo con la idea de que se toman medidas dizque protectoras del ciudadano y
son meras formas de discriminación, verdaderas agresiones a la dignidad de las
personas, claras violaciones a los derechos humanos, torvas manifestaciones de
ignorancia y, finalmente, pendejadas con disfraz de disposición oficial.
Es
claro que Walmart no debe ni tiene porqué discriminar a los clientes, y que una
mujer embarazada o un adulto mayor deben ser respetados y protegidos
simplemente reconociendo sus derechos, y no queriendo imponer reglas o normas
que carecen de fundamento legal, razón por la cual las autoridades competentes
deben intervenir.
No
estaría mal que en el gobierno estatal o municipal dejaran un poco la campaña
de autopromoción electoral para cumplir mínimamente con su deber. ¿Podrán darse
tiempo? ¿Querrán? ¿Lo tendremos que resolver en 2021?
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