“Las actitudes negativas nunca resultan
en una vida positiva”
(Emma White).
Como se sabe, la actual pandemia no sólo
afecta los alcances y eficiencia del sistema de salud sino que pone contra las cuerdas
al sistema económico de la nación y el mundo, sin olvidar la confiabilidad de
las autoridades políticas y administrativas. En ese sentido, es una afectación
múltiple.
Por lo que corresponde a los aspectos de
salud, la pandemia en curso ha despertado ideas y explicaciones que pueden
resultar contradictorias en cuanto a las medidas y recomendaciones que han
tomado las distintas comunidades internacionales, así tenemos que los mecanismos
de restricción poblacional en espacios laborales, educativos y públicos ha sido
variada y hasta contradictoria ya que, en algunos casos ha sido estricta y
obligatoria mientras que en otros ha sido voluntaria y flexible.
Las autoridades sanitarias de nuestro
país han optado por la restricción domiciliaria voluntaria, aunque algunos
gobiernos locales se han inclinado por hacerla obligatoria violando
evidentemente las garantías constitucionales consagradas en los artículos 1º,
9º, 11º y 29º, así como los artículos 183 y 184 de la Ley General de Salud,
debido a que se han tomado atribuciones que no les corresponden.
Al respecto, en algunos lugares se ha
llegado al absurdo de obligar a la población a usar mascarillas (cubrebocas o
tapabocas) sin una base científica que lo justifique, a pesar de las
aclaraciones y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
entre otras medidas que parecen responder más al capricho, la ignorancia y el
protagonismo facilón de algún aspirante político, o un francotirador
informativo de los que hoy abundan.
Las declaraciones alarmistas de ciertas
autoridades han dado por resultado que los ciudadanos reaccionen de manera
desproporcionada e histérica, como ha sido el caso de la sobredemanda de
pruebas de detección de Covid-19 que ha logrado rebasar la capacidad de
procesamiento del laboratorio local autorizado por la Secretaría de Salud
(Expreso, 28.05.20).
¿Tenemos una población de plano víctima
de déficit de atención? ¿Hay analfabetas funcionales entre quienes deciden
sobre los destinos de la comunidad? ¿La gente no se interesa ni se entera de
los reportes que cada día se transmiten sobre la enfermedad, sus síntomas y las
medidas que son pertinentes para evitarla o, en su caso, atenderla? ¿Creemos
que el uso del cubrebocas y las pruebas rápidas nos resuelven la vida, antes
que serenarnos y buscar fortalecer nuestro sistema inmunológico?
¿Tiene más sentido vivir aterrorizados
por las cifras de muertos que analizar los datos y prestar atención a los casos
de pacientes recuperados? ¿Nos regodeamos con el terror y la necrofilia que se ofrece
gratuitamente a través de los medios informativos locales y foráneos? ¿Estamos
más dispuestos a creer el infundio prianista de que se nos ocultan los
verdaderos datos de la epidemia en vez de confiar en el análisis puntual,
preciso y detallado que se nos brinda todos los días por la autoridad sanitaria
competente? ¿Estamos conscientes y dispuestos a hacer el caldo gordo a quienes
lucran con la desinformación y la ignorancia? Y, en todo caso, ¿declaramos en
cuarentena nuestro juicio crítico?
En este contexto lo menos deseable es el
aumento de casos fatales, y la salida en estampida en busca de la prueba de
laboratorio lo único que hace es aumentar la movilidad ciudadana y ampliar la
posibilidad de contagios (aplausos y porras para Hermosillo), además de
documentar qué tan nefasta puede ser la difusión de rumores y supuestos tan
peregrinos como el beneficio de las pruebas de laboratorio como práctica
generalizada, lo cual ha sido desmentido muchas veces por el propio vocero de
la Secretaría de Salud.
Las pruebas de laboratorio sólo están
indicadas para confirmar el diagnóstico de un profesional competente. La
aplicación masiva de pruebas no es la política recomendada ni adoptada por el
gobierno federal, por considerarla inútil para los fines del modelo
epidemiológico puesto en práctica.
Por lo anterior, se puede suponer que la
afectación de la epidemia de Covid-19 también abarca los procesos racionales de
la administración pública, lo que repercute en la administración de recursos y
la lógica del presupuesto estatal de cara al problema epidemiológico en curso.
¿Es necesario realizar pruebas a granel?
¿Un resultado positivo debe ser cuestionado y verificado con otra prueba hasta
que el resultado sea políticamente conveniente? ¿Una infección viral como la
presente evoluciona tan rápido como para dar resultados distintos de un día
para otro y hay que estar aplicando pruebas a cada momento? ¿Se tendrá idea de
la diferencia entre una prueba serológica y una de reacción en cadena de la polimerasa
con transcriptasa inversa (RT-PCR), así como de sus costos? ¿Vale la pena
trivializar este recurso?
Las autoridades han advertido que Sonora
entrará en el punto máximo de contagios a fines de mayo e inicios de junio. Al
cierre de este comentario se registraban 366,654 muertes en el mundo, por lo
que es inevitable recordar que cada año fallecen 650,000 personas solamente a
consecuencia de la gripe estacional, y no se declaró el año pasado o los
anteriores el fin de la humanidad ni mucho menos.
Como en su momento recomendaba el
legendario Kalimán: “serenidad y paciencia”, a lo que agregamos el consejo de
las autoridades de salud: guarda la sana distancia y no salgas al espacio
público si no es necesario. Pero recuerda que la vida se abre paso de cualquier
manera.
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