“Aquél que
no espera vencer, ya está vencido” (Benito Juárez).
Estamos en tiempos de optimismo fundado
en los procesos de transición nacional. Se confía en que el viejo sistema
neoliberal de relativización de valores y de mercantilización de las leyes y
las conciencias va para afuera, que sus días están en cuenta regresiva mientras
se abren paso las nuevas formas y prácticas en el sector público y en la
sociedad como un todo.
De entrada, tenemos que reconocer que
México es un enorme mosaico donde convergen diversas formas de mirar y juzgar
lo mismo; que tenemos rezagos no de dos o tres sexenios sino de décadas de
desidia y simulación, aderezadas con una perniciosa dependencia que, si bien es
cierto que se profundizó a partir de los años 90, no puede decirse que carezca
de antecedentes.
La república en su extensa complejidad
parece ser un catálogo de formas de torcer la ley y burlarse alegremente de las
normas constitucionales, aún desde el mismo seno del máximo tribunal
constitucional. Baste recordar el nefasto papel que representó Eduardo Medina
Mora en su calidad de Ministro.
En cierta medida nos hemos venido acostumbrado
a que los derechos y obligaciones legales estén sujetos a negociaciones,
componendas, pactos y ajustes que terminan desdibujando la línea divisoria
entre aquello que es justo y lo que es simple y llanamente corrupción y clara
violación de la ley.
En Sonora, por ejemplo, se presentan
casos donde sólo basta con tener los contactos y recursos para torcer la
legalidad y alterar gravemente el derecho de propiedad. Pongo por caso la
cantidad de predios que en forma irregular quedan en manos de personajes de la
vida política o en las de sus socios y allegados. Lo anterior se basa en las
denuncias que en su momento han hecho públicas vecinos del vaso de la presa
A.L. Rodríguez sobre el desarrollo inmobiliario que se ha desplegado en la
ciudad capital en terrenos que la memoria sitúa ya sea como nacionales o de
origen ejidal (Dossier Político, 05/05/2008, Uniradio Noticias, 04/05/2013; Vigilia
Sonora, varias entregas).
Somos un estado donde se pueden
encontrar denuncias de abuso y tráfico de influencias en perjuicio de
ciudadanos en el medio rural quejosos de que tal o cual pariente de alguien
importante se ha apropiado de terrenos o aguas, o que hostiga a los legítimos
propietarios con el apoyo de alguna autoridad (Forbes, 23/07/2018; Proceso,
13/09/2018, Regeneración, 19/11/2018); o que tal o cual ayuntamiento intervino
en la venta de terrenos sin tener derecho a hacerlo, en beneficio de particulares
(Uniradio Noticias, 01/07/2016).
Actualmente se tiene un repunte de la delincuencia
y es complicado asegurar que en el corto plazo se tendrán avances en materia de
seguridad pública, porque al parecer se tratan de resolver los casos sin mover
la brújula hacia las causas, lo que implicaría un esfuerzo que difícilmente
encaja en la mentalidad de los gobiernos de origen neoliberal, a pesar del
cambio de rumbo nacional. Estamos en un país donde un sistema no termina de
morir y otro no termina de nacer.
Son muchas historias que seguramente
usted recordará y que, con el tiempo, pasan a formar parte del anecdotario de
la corrupción y el cinismo que repudiamos cuando se presenta la ocasión.
En algunos casos, la herida social está
tan viva que se vuelve tema recurrente en las noticias y las charlas de
sobremesa. Entre ellos destaca lo correspondiente a la seguridad social.
Como usted recordará, el año pasado se recrudeció
una dura lucha por el abasto de medicamentos y se dio carpetazo de mala y
sospechosa manera a las demandas de nivelación pensionaria por parte de
jubilados y pensionados contra el ISSSTESON, el cual literalmente cayó en el incumplimiento
del contrato con los organismos afiliados y la propia Ley 38.
De hecho, en lo que va del actual
gobierno (que fue en su arranque promisorio para los derechohabientes del
ISSSTESON) se ha observado una política de carácter recaudatorio sin
objetivamente ponerle ganas al rescate del escandaloso desfondo pensionario
atribuido a la pasada administración, ni mucho menos al cumplimiento de su
misión institucional.
Ha sido un período de promesas,
manipulaciones informativas, dilaciones y demagogia, que han ocasionado la
exasperación de los usuarios de los servicios médicos y sociales que por ley el
Instituto debe otorgar. A cada estallido de indignación le sigue una nueva
ronda de explicaciones, actitudes intimidatorias y nuevas promesas de solución,
instalaciones de mesas de negociación y de nueva cuenta promesas y dilaciones.
Los encuentros entre los quejosos, el
ISSSTESON y los representantes del gobierno siempre ha sido así: mucho ruido y
pocas nueces.
El pasado día 12, un contingente formado
por profesores jubilados y pensionados de la sección 54 del SNTE y algunos
grupos y personas solidarios, se instalaron en plantón en la esquina próxima a
la casa de la señora gobernadora. Su demanda fue clara: que se aumente el
monto de la pensión en la misma medida en que aumentó el salario mínimo, tal
como lo dispone el Artículo 59 y el Quinto transitorio de la Ley 38 del
ISSSTESON.
El gobierno llamó a una “mesa de
diálogo” para disuadir a los quejosos de la firmeza del sustento legal de su
demanda y, sobre todo, que se levantara (de inmediato) el molesto plantón donde
“no se resolvería nada”, a cambio de verse nuevamente, dentro de una semana, en
las oficinas del ISSSTESON para plantear y acordar soluciones.
Concluido el encuentro con las
autoridades, el plantón se levantó con un suspiro de alivio por parte de los
empleados de la gobernadora, a cambio de una promesa de diálogo. Sin embargo, muchos
piensan que de lo que se trata es que el gobierno cumpla llanamente con lo
dispuesto en la Ley 38 y que debe evitarse caer una vez más en garras de la
demagogia.
Mientras se cumple el plazo para la
próxima cita, flota en el aire la posibilidad de que a cambio del 20 por ciento
reclamado, se les quite el porcentaje que ilegalmente se les descuenta por
concepto de servicios médicos, que para los jubilados del SNTE representa el 4
ciento. ¿Se imagina cambiar el 20 por ciento establecido por la ley por un
porcentaje de aumento muy menor? Usted dirá si esta es una buena negociación y,
de ser así, a quién pudiera realmente beneficiar.
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