“Cuando el pozo está seco sabemos el
valor del agua”
(Benjamin Franklin).
Nos enteramos por los medios
informativos que el agua de Hermosillo está contaminada por arsénico y que en
algunos sectores como el norte, que abarca a más de 200 colonias, se registran
22 microgramos por litro, tres puntos por debajo del límite que establece la
complaciente y laxa norma mexicana, siendo que la norma establecida por la
Organización Mundial de la Salud pone como límite 10
microgramos por litro (Expreso, 23.01.2020).
Algunos funcionarios han tratado de
minimizar o simplemente desacreditar la llamada de alerta diciendo que ellos en
su casa toman agua de la llave y “están muy sanos” (Proyecto Puente, 23.01.2020),
siguiendo la clásica actitud del empleado que trata de tapar la realidad para
que nadie la vea, como si la negación le hiciera un favor a sus jefes y a los
ciudadanos que dependen de los servicios públicos.
Si bien es cierto que la ciudad no
necesita de alarmismos también lo es que requiere de funcionarios informados y honestos
que llamen a las cosas por su nombre y provean lo necesario para el bienestar
general. Si hay problemas ya deben estar planteándose las soluciones, y no
dejar correr el tiempo esperando que las cosas se compongan solas.
Cabe recordar que la investigadora
universitaria Reina Castro Longoria ha señalado la gravedad del problema a
partir del derrame tóxico de Buenavista del Cobre, empresa minera de Grupo
México, que afecta a los asentamientos humanos ribereños del Río Sonora, en los
que se incluye Hermosillo, sin que a la fecha se vean resultados tangibles
respecto a la remediación del río y al resarcimiento de los daños y perjuicios
causados a los habitantes de la región.
En el mismo sentido, recientemente Mercedes
Meza Montiel, investigadora del ITSON, señaló que existe presencia de arsénico
en el polvo que respiramos en la ciudad, aunque no existe una norma que indique
el límite permitido (Expreso, 23.01.2020).
De las advertencias sobre la situación
ambiental de Hermosillo, se desprende que el agua y el aire deben ser
monitoreados de manera permanente, dividiendo la ciudad en sectores ya que la
presencia del arsénico no es homogénea, siendo el sur la parte más segura dado
que no presenta este problema.
Para documentar el peligro potencial que
representa, la Organización Mundial de la Salud (OMS, Arsénico, 18 de febrero
de 2018)) advierte que los síntomas de la exposición prolongada al arsénico a
través de la ingesta de agua y alimentos contaminados, se observan en la piel e
incluyen cambios de pigmentación, lesiones cutáneas y durezas y callosidades en
las palmas de las manos y las plantas de los pies (hiperqueratosis), y pueden
ser precursores de cáncer de piel, de vejiga y pulmón.
Señala que entre otros efectos perjudiciales para la salud asociados a la ingesta prolongada de arsénico destacan los problemas relacionados con el desarrollo, neurotoxicidad, diabetes y enfermedades pulmonares y cardiovasculares.
Y alerta sobre los infartos de miocardio, que pueden ser inducidos por el arsénico y suponen una importante causa de aumento de la mortalidad, asociándose también a desenlaces adversos del embarazo y mortalidad infantil, pudiendo tener una influencia negativa en el desarrollo cognitivo.
Cabe recordar que los metales pesados
como el Arsénico,
Cadmio, Cobalto, Cromo, Cobre, Mercurio, Níquel, Plomo, Estaño y Cinc son muy
nocivos para la salud de la mayoría de las formas de vida, entre las que
destaca la humana, y pueden permanecer en el ambiente cientos de años,
de suerte que se debe tener un control estricto de su emisión al ambiente por
parte de las autoridades, siendo la minería una actividad que genera grandes
cantidades de contaminantes, lo que nos remite a la laxitud de las normas
aplicables y la gravedad de los incidentes como el del derrame tóxico de Grupo
México que afectó el Río Sonora y el ocurrido en la zona portuaria de Guaymas,
entre otros.
El desestimar e incluso desacreditar las
voces de alerta sobre este tipo de problemas es no sólo irresponsable sino
criminal, habida cuenta el efecto de bioacumulación que tienen los metales
pesados en el organismo. Las condiciones ambientales que se crean a partir de
la actividad minera o industrial sin control representan un verdadero peligro
para la vida y no hay dinero que justifique tal situación. Así pues, urge que
las autoridades federales revisen detenidamente las concesiones de explotación minera
y de uso del agua, así como el marco legal correspondiente, en favor de la vida
y salud de los sonorenses.
¿A usted le suena lógico que la norma
mexicana permita 25 microgramos de arsénico mientras que la OMS establece solamente
10?, ¿Le parece correcto que la Ley Minera esté por encima de nuestro derecho a
la salud y nuestro patrimonio? ¿Puede más la presencia depredadora de las
transnacionales y la generación de empleos precarios que el futuro sustentable
y ecológicamente equilibrado de la entidad? Para usted ¿cuánto vale su salud?
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