domingo, 24 de marzo de 2019

La muerte y el PRI



“Tras un recuento electoral, sólo importa quién es el ganador. Todos los demás son perdedores” (Winston Churchill).

Como se sabe, los organismos vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. A la vida y su disfrute pleno sigue la falla y caducidad de las funciones vitales y la muerte, con lo que se cierra un ciclo que deja para los sobrevivientes experiencias y memoria. En el caso del PRI tenemos la curiosa circunstancia de una trayectoria vital que ha cambiado de piel por varias ocasiones, jalonando la acción política hacia una difusa idea de permanencia y continuidad sin coherencia programática, pues pasó de ser una estructura política que recogía los ideales de la revolución de 1910-17 a otra que los negaba. La inmensa base popular de la revolución y su impulso transformador pronto se congeló en estructuras “institucionales” y dio poder a una burocracia cada vez más distante de sus ideales fundacionales: una revolución que se institucionaliza termina cayendo en contradicciones profundas y negando aquello que le dio legitimidad y pertinencia.

En el largo y fluctuante tramo que recorre desde 1929, con la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) que pronto se ve transformado en una cúpula traidora que asume la obligación de acatar el llamado acuerdo o pacto de Bucareli, en una evidente traición al espíritu y la letra del artículo 27 Constitucional, pasando por su reestructuración en forma del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) donde se retoman los impulsos nacionalistas que reivindican la propiedad soberana de la nación sobre sus recursos naturales, para volver a sumirse en la concesión de éstos al dominio extranjero y apátrida con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), sobre todo a partir de los años 80. Se puede decir que el PRI fue una reacción a tono con los deseos de los gringos para contrarrestar la política expropiatoria cardenista. Si en el PNR se incubó la estructura para nulificar el dominio de la nación sobre sus bienes, con el PRM se rescata para perderlo nuevamente con el PRI. Aquí tenemos el ingreso de México al Tratado de Libre Comercio, donde dos economías desarrolladas industrialmente se unen a la nuestra aún anclada en el sector primario-exportador, con un creciente déficit en cuenta corriente, conflictos políticos que van desde la aparición del EZLN a los asesinatos del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, y José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del mismo partido. Así, economía y política se conjugan para reforzar nuestra dependencia y la traición se hizo gobierno bajo el modelo neoliberal.

En nuestros días el PRI está fuera del gobierno nacional merced a la emergencia de una nueva fuerza política de corte populista con un gran ímpetu reformador; sin embargo, se sufren inercias que hacen sumamente complicado seguir por el camino franco de las transformaciones esperadas. Sucede que somos un país en vías de nuevas definiciones tanto en la economía como en la política, que sean palpables en la vida cotidiana tanto como en el gobierno en cualquiera de sus órdenes, ya que subsisten compromisos de alcance internacional y fuerzas motrices ancladas en los intereses de carácter tanto externo como interno del modelo económico dominante. Hoy cambiamos la forma pero el contenido aún sigue siendo igual en lo sustancial.

Sin demeritar los impulsos de humanizar el sistema y limar las aristas y paliar los daños del capitalismo salvaje capitaneado por nuestros vecinos del norte, cabe reconocer que nuestra nación discurre por un equilibrio precario, con graves y evidentes riesgos y peligros que demandan una conducción pública políticamente alerta y económicamente cauta, con gran sentido de la responsabilidad, razón por la cual no es posible esperar cambios drásticos y espectaculares. El caldo mexicano se cuece a fuego lento, a pesar de las necesidades y reclamos de sus comensales.

En este sentido, es imperativo tener conciencia de la complejidad del contexto internacional y de la herencia nefasta que recibe el actual gobierno, tanto como la urgencia de apoyar la gestión pública porque no podemos ni debemos ser el país de un solo hombre. Recordemos que somos muchos y, al menos, 30 millones decidieron pacíficamente despedir al PRI y su cauda de corruptelas y concesiones al margen de la ley y de los intereses nacionales. De todos depende lograr construir una nueva ciudadanía, congruente con la necesidad de cambio, inteligente en la elección de los métodos y los tiempos que hagan posible los supuestos de la llamada Cuarta Transformación, hoy propósito más que realidad.

Entendamos que el PRI debe terminar de morir, y con él su forma de hacer las cosas, su enorme capacidad corruptora, su habilidad para manipular las conciencias de los ciudadanos, incluso levantando muertos y haciendo hablar a fantasmas. Este primer cuarto de siglo de la firma del TLC, el surgimiento del EZLN y la muerte de Colosio marca el principio del fin de una forma perversa de hacer política y gobierno. Ya es tiempo de superar las heridas e influencia del pasado entreguista y apátrida y dar paso a la vida. Mientras se construye el futuro, hagamos justicia al presente y dejemos a los muertos en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario