Produce pasmo el enterarse de que las autoridades educactivas se dedican más a aparentar cumplir con su deber constitucional que en cumplirlo efectivamente.
Abundan los casos de desorden en las escuelas y esa anarquía redunda en una mala educación. El desorden proviene de la preocupación de autoridades y docentes de cumplir con normas que no garantizan para nada la calidad de la educación y sí el predominio de la burocracia sobre la docencia. Tenemos estructuras rígidas que ahorcan a los profesores y terminan por convertir a las autoridades de los planteles en simples tapaderas del desorden o en represores de las inconformidades de alumnos y maestros.
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